Ricardo Gómez-Reino (doctor en Física) señala que hace solo dos años, la inteligencia artificial generativa empezó a hablar; hoy ha comenzado a redefinir el papel del ser humano en el mundo. El 30 de noviembre de 2022 marcaba un hito, cuando ChatGPT se estrenaba como la primera herramienta con esta tecnología que, más que responder preguntas o realizar cálculos, era capaz de mantener conversaciones, resolver problemas y dar vida a nuevas ideas.

Hoy son ya más de 300 millones de personas las que usan ChatGPT a diario. En el ámbito laboral, en la medicina, en la educación o incluso en el arte, la IA ya es una herramienta poderosa y un agente de cambio que redibuja los límites de lo posible.

ChatGPT es solo una gran versión demostrativa de la tecnología que esconde detrás, los modelos de IA generativos. Estos modelos, aunque accesibles para algunos tecnólogos, aún están lejos de ser utilizados masivamente de manera efectiva. Sin embargo, cada vez más empresas están invirtiendo recursos y personal para capitalizar esta tecnología, al mismo tiempo que los laboratorios de IA trabajan a toda velocidad para hacerla todavía más accesible.

Serán cambios drásticos y disruptivos que, sin embargo, viviremos de forma natural, ya que vendrán de forma progresiva. Sin ninguna duda, 2025 será el año de los llamados agentes de IA. Estos agentes, a diferencia de ChatGPT, tendrán autonomía, por lo que podrán trabajar solos, sin necesidad de un humano que alterne mensajes con ellos. Al principio se centrarán en tareas sencillas, pero progresivamente serán más complejas y ellos, más independientes: dentro de no mucho tiempo serán capaces de realizar gran parte de los trabajos (digitales) que la mayor parte de los humanos hacen hoy en día.

En 2025, comenzaremos a hablar más con las máquinas. Este cambio será sutil al principio, pero para 2026 será una parte integral de nuestra interacción con la tecnología. En los próximos dos años, la inteligencia artificial seguirá avanzando y modificando nuestra relación con la tecnología, los objetos y hasta con nosotros mismos, moldeando el futuro a un ritmo que apenas comenzamos a comprender. La pregunta no es si estaremos preparados, o si conseguiremos o no ser inmortales, sino si sabremos aprovechar este cambio para mejorar nuestras vidas sin perder lo que nos hace humanos.

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